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Cómo la ciencia transformó al mundo en 100 años y por qué debemos involucrarnos, según el Nobel Venki Ramakrishnan

ADN
El descubrimiento de la estructura del ADN fue un «gran momento» en la ciencia.

En un ensayo para la BBC, el ganador del Premio Nobel y presidente de la Royal Society, Sir Venki Ramakrishnan, contempla la naturaleza del descubrimiento científico: cómo ha transformado nuestra cosmovisión en un corto espacio de tiempo, y por qué tenemos que estar más atentos hoy que nunca de la manera como se utilizan los resultados de la investigación.

Si pudiéramos transportar milagrosamente a las personas más inteligentes desde alrededor de 1900 al mundo actual, se asombrarían al ver que ahora entendemos cosas que desconcertaron a los humanos durante siglos.

Hace poco más de cien años, la gente no tenía idea de cómo heredamos y transmitimos nuestros rasgos o cómo una sola célula podía convertirse en un organismo.

No sabía que los átomos tenían estructura: la palabra misma significa indivisible.

No sabía que la materia tiene propiedades muy extrañas que desafían el sentido común.

O por qué hay gravedad.

Y no tenían idea de cómo empezaron las cosas, ya fuera la vida en la Tierra o el Universo mismo.

En estos días, gracias a descubrimientos fundamentales, podemos despejar o al menos comenzar a desvelar esos misterios.

Eso ha transformado la forma en que vemos el mundo y, a menudo, nuestra vida cotidiana.

Gran parte de lo que damos por sentado hoy es el resultado de una interacción entre la ciencia y la tecnología, con una impulsando a la otra hacia adelante.

Casi todas las invenciones modernas tienen uno o muchos descubrimientos fundamentales que lo hacen posible.

A veces, esos descubrimientos fundamentales se hicieron hace cientos de años.

Ni los motores a reacción ni los cohetes serían posibles sin el conocimiento de las leyes de movimiento de Isaac Newton, por ejemplo.

Hay grandes momentos en la ciencia, como el descubrimiento de la estructura del ADN que cambió nuestras perspectivas.

Pero incluso ese descubrimiento fue un hito que se basó en el trabajo de Charles Darwin y Gregor Johann Mendel y presagió la biotecnología de hoy en día en la que todo el ADN de un ser humano, el genoma humano, ha sido secuenciado.

Niño en museo de ciencia

Alguien de principios del siglo pasado se asombraría de todo lo que ahora sabemos.

Eso a su vez nos ha dado la capacidad de descubrir cómo suceden las enfermedades genéticas y, potencialmente, cómo solucionarlas.

Recientemente, los científicos pudieron modificar los genes de una niña para curar su cáncer.

Ya no somos una caja negra completa, aunque nuestra complejidad es tal que apenas estamos empezando a comprender cómo nuestros genes regulan el cuerpo y cómo interactúan con nuestro entorno.

Big Bang a las primeras galaxias

Es probable que las tecnologías genéticas confronten a la sociedad con cuestionamientos importantes sobre la manera en la que nos vemos a nosotros mismos y para qué queremos utilizar nuestra mayor comprensión y capacidad.

Eso también es cierto de la teoría del Big Bang sobre cómo el Universo nació.

Hace cien años, misterios como la manera en la que el Universo llegó a existir estaban, para muchos, firmemente bajo el dominio de la fe.

Estimulados por la observación de que el Universo no es constante, sino que las galaxias siempre se están expandiendo, alejándose de las otras, pudimos determinar que el Universo comenzó con un Big Bang a partir de un punto.

Este conocimiento nos da una idea sobre la que quizás sea la más importante de todas las preguntas: ¿de dónde vino todo?

La idea hace que nuestro pequeño punto azul parezca cada vez más pequeño, pero nuestra búsqueda del conocimiento de lo que está afuera no muestra síntomas de un complejo de inferioridad.

Apollo 17 buggy and lander

Desde las misiones Apollo hasta la sonda Cassini, del telescopio Hubble a la búsqueda de ondas gravitatorias y exoplanetas, todos los avances parecen estar volviéndonos más inquisitivos sobre el espacio.

Hoy, gran parte de cómo vemos el mundo es a través de una pantalla electrónica.

Las computadoras en todas sus variadas formas son fuentes de conocimiento, pero también son cada vez más la manera en la que nos presentamos al resto del mundo e interactuamos con los demás.

Incluso un objeto omnipresente como un teléfono inteligente depende de muchos descubrimientos fundamentales.

Su potente computadora depende de chips integrados formados por transistores, cuyo descubrimiento depende de una comprensión de la mecánica cuántica.

El GPS en un teléfono inteligente depende de corregir el tiempo de los satélites usando tanto las teorías especiales como las generales de la relatividad, teorías que la gente alguna vez pensó que no tendrían ningún valor práctico.

Me pregunto cuántos entienden todos los descubrimientos que hacen que esa cajita funcione.

Las computadoras también están impulsando desarrollos que continuarán desafiando nuestra visión del mundo.

Las máquinas que aprenden ya están entre nosotros y están cambiando la realidad en la que vivimos.

Ofrecen un gran potencial en áreas que incluyen la atención médica y la mejora de otros servicios públicos, y pronto pueden resultar en automóviles sin conductor y robots muy sofisticados.

Pero debemos tomar decisiones conscientes sobre cómo queremos que las máquinas inteligentes permitan que la humanidad prospere.

Los descubrimientos en sí mismos son moralmente neutrales, pero el uso que hacemos de ellos no lo es.

Un descubrimiento que cambió nuestra visión del mundo en dos direcciones claramente divergentes fue la fisión nuclear.

Su descubrimiento llevó al desarrollo de las armas más destructivas conocidas.

Algunos argumentan que el miedo a la destrucción ha sido un poderoso motivador para la paz, pero esta no es una solución estable, como se puede ver con la situación actual con Corea del Norte.

Por otro lado, la fisión nuclear también prometió una fuente confiable de energía que una vez se predijo con optimismo que era «demasiado barata para medir».

La ciencia es la búsqueda del conocimiento sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea.

Esa búsqueda del conocimiento también ha moldeado la forma en que vemos el mundo, al igual que la aplicación del conocimiento.

Ha transformado nuestras vidas, en general para bien.

Hoy vivimos casi el doble de tiempo que nuestros antepasados en 1900 y la calidad de nuestras vidas es mucho mejor de lo que era entonces.

Pero los usos de la ciencia y la tecnología no se conforman solo por la ciencia y los científicos. Dependen de una interacción de factores culturales, económicos y políticos.

La ciencia es un triunfo del conocimiento humano y todos podemos compartir esa emoción.

Al mismo tiempo, comprender sus múltiples usos puede ayudarnos a involucrarnos en las decisiones que nos afectan a todos.

Leer en BBC

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Lectinas: el nuevo producto alimenticio bajo sospecha

Tras la lactosa, los azúcares simples y el gluten, las lectinas están ahora bajo sospecha. La publicación del libro “The plant paradox” de Steven Gundry, convertido ya en superventas, ha impulsado una nueva tendencia entre los gurús nutricionales: la de evitar ingerir estos compuestos presentes sobre todo en legumbres y cereales —alimentos hasta ahora bien considerados y presentes en muchas dietas sanas—, a los que señalan como responsables de múltiples dolencias, problemas de salud e incluso la obesidad, atendiendo a su presunta toxicidad. ¿Son las lectinas el nuevo veneno alimenticio a erradicar?

Las lectinas se encuentran en legumbres, cereales, frutos y frutos secos y hortalizas. Crédito: Keith Weller, Agricultural Research Service, USDA

Las lectinas se encuentran en legumbres, cereales, frutos y frutos secos y hortalizas. Crédito: Keith Weller, Agricultural Research Service, USDA

Las lectinas son un tipo de proteínas presentes de forma natural en la mayor parte de los vegetales y en algunos productos de origen animal. Así, se encuentran en mayor o menor medida en legumbres, cereales, frutos y frutos secos, hortalizas; pero también en huevos, leche y otros derivados lácteos. La principal característica de estos compuestos es la afinidad que muestran por unirse a carbohidratos como los presentes en las membranas celulares. Por ello se considera que sirven para mantener cohesionadas las células de los tejidos en el interior de los vegetales. Y además se cree que, en virtud de su toxicidad, son un mecanismo de defensa (frente a bacterias o insectos) y disuasorio para potenciales predadores.

La toxicidad de las lectinas deriva de la incapacidad del sistema digestivo para metabolizarlas. Pasan a través de éste intactas y pueden unirse a las células de la pared intestinal inutilizándolas y dañándolas. Un caso extremo es el de la ricina, la primera lectina descubierta, aislada de las venenosas semillas del ricino en 1888, aunque la toxicidad de las lectinas de nuestros alimentos es muchísimo menor. No se sabe si juegan algún papel en el interior del cuerpo humano, pero sí se asume que pueden conllevar una respuesta del sistema inmune y en consecuencia inflamación o incluso una reacción alérgica. “Pueden causar indigestión, molestias gastrointestinales y daño celular. En pruebas in vitro se ha observado que causan lisis de los glóbulos rojos” explica David Jenkins, catedrático del departamento de ciencias nutricionales de la universidad de Toronto en declaraciones a OpenMind.

Más sospechas que certezas

Conviene matizar, tal y como recoge la International Food Information Council Foundation (IFIC) en su web, que “la mayor parte de la información disponible sobre el efecto de la ingesta de lectinas se limita a estudios en laboratorio, con cultivos celulares y lectinas previamente extraídas del alimento y purificadas”. Lo que significa que hay más sospechas que certezas sobre los efectos tóxicos de las lectinas alimentarias.

Además, y como suele acontecer en todo lo tocante a la alimentación, nada es ni blanco ni negro: “Como sucede con la fibra alimentaria (otro antinutriente), cierta cantidad de lectinas puede resultar beneficiosa, ya que al impedir la absorción de parte de los carbohidratos procedentes de los alimentos, rebaja el índice glicémico de la dieta” apunta el doctor Jenkins.

La solución propuesta por Steven Gundry en “The plant paradox” pasa por prescindir de los alimentos que las incorporan. Pero las lectinas están prácticamente omnipresentes en el reino vegetal. Ello obligaría a renunciar a una enorme cantidad de alimentos — fundamentalmente a los cereales y legumbres— y en consecuencia también a todos los nutrientes, vitaminas y compuestos beneficiosos —cuando no esenciales— para el organismo que aportan. Serían reemplazados, en este supuesto, por suplementos y cápsulas, que es la alternativa por la que apuesta el polémico Gundry, quién vende unas píldoras que supuestamente contrarrestan los efectos de las lectinas y exigen un gasto de 80 dólares al mes.

Frente a esto, David Jenkins advierte que “las lectinas son toxinas, pero la mayoría están en alimentos que son beneficiosos y constituyen una parte importante y valiosa de nuestra dieta, por lo que cocinados correctamente no hay por qué prescindir de ellos”.

Cocinarlas correctamente

Cocinarlas correctamente. Esa es la clave para que su consumo no suponga ningún riesgo. Sometidas a una temperatura suficientemente elevada durante un tiempo mínimo, la mayor parte de estas lectinas son destruidas o degradadas. Según la IFIC, “en el caso de las alubias, especialmente ricas en lectinas de acusada toxicidad si se ingieren crudas, cocerlas en agua hirviendo durante treinta minutos garantiza que su ingesta sea segura”. Otros métodos o técnicas culinarias, como la fermentación, igualmente las eliminan por la acción bacteriana. También la puesta en remojo previa y la germinación. Estas medidas reducen la concentración de lectinas hasta unos niveles mínimos, perfectamente tolerables por el ser humano.

Cocer las alubias en agua hirviendo durante treinta minutos garantiza que su ingesta sea segura. Crédito: Victorgrigas

Cocer las alubias en agua hirviendo durante treinta minutos garantiza que su ingesta sea segura. Crédito: Victorgrigas

Como explica el doctor Jenkins, “cuando se ingieren alimentos con lectinas previamente cocinados, la mayor parte de las mismas han sido ya degradadas. Las pocas que quedan se unen a los carbohidratos libres presentes en el medio (procedentes de la misma fuente que las lectinas o de otros alimentos consumidas junto a aquellas) y pasan a través del tracto digestivo”. El único peligro surge “cuando se ingieren cantidades significativas de alimentos crudos ricos en las mismas y no hay suficientes carbohidratos libres a los que unirse, lo que provoca que entonces sí puedan fijarse a las células de la pared intestinal y en ocasiones producir síntomas de intoxicación”.

Visto lo anterior, ante la preocupación por los efectos tóxicos de las lectinas, la receta más adecuada se aproximaría bastante a ésta:

  • Restringir hábitos alimenticios de riesgo como ingerir alimentos crudos (o mínimamente procesados), con una alta concentración de lectinas. Y por lo mismo, aplicar con prudencia dietas que fomenten dichas prácticas, como el crudiveganismo. “Las dietas que implican el consumo crudo de alimentos pueden ser saludables siempre y cuando se elijan aquellos con un mínimo contenido en lectinas”, matiza Jenkins.
  • Mantener una dieta rica y equilibrada, evitando incurrir en regímenes desequilibrados como los que prohíben la ingesta de hidratos de carbono en todas o determinadas comidas o la combinación de ciertos grupos de alimentos.
  • No pensar en términos de alimentos buenos y malos. Retomando la idea expuesta anteriormente, nada es blanco o negro. Un ejemplo: los cereales integrales, en boca de todos de un tiempo a ésta parte por ser mucho mejores que los refinados, debido a que en este proceso se eliminan el salvado y el germen del grano, principales fuentes de fibra y otros nutrientes. Pero también, y paradójicamente, es donde se concentran las lectinas, que apenas están presentes en los procesados.
  • Leer en bbvaopenmind
Publicado en Artículos científicos, Evolución y clasificación de seres vivos, Origen y evolución de la vida, Recursos

“Estamos diseñando un sistema químico que se comporta como un ser vivo”

Dimitar Sasselov I Científico del telescopio espacial Kepler

Este científico de Harvard dirige un proyecto para crear formas de vida como las que podrían existir en otros planetas

Dimitar Sasselov (Nessebar, Bulgaria, 1961) dirige un programa para crear alienígenas. Este astrofísico de la Universidad de Harvard es experto en física estelar y forma parte del equipo científico del telescopio espacial Kepler. Desde su lanzamiento en 2009 este observatorio de la NASA ha descubierto 2.300 planetas fuera del Sistema Solar, unos 30 de ellos son mundos rocosos con un tamaño similar a la Tierra. En pocos años se enviará al espacio el Telescopio Espacial James Webb y comenzará a funcionar una nueva generación de telescopios que, por primera vez, serán capaces de analizar las atmósferas de esos planetas. Sasselov dirige la Iniciativa sobre los Orígenes de la Vida, un grupo interdisciplinar de 12 científicos que quiere responder una pregunta fundamental. “Si hay vida en otros planetas, ¿cómo vamos a encontrarla?”. De visita en Madrid para impartir una conferencia en la Fundación BBVA, el físico explica sus próximos objetivos en esta entrevista.

Pregunta. ¿Cree que hay vida en otros planetas y que se podrá encontrar?

Respuesta. Por supuesto que sí. Lo más importante es que por primera vez en la historia de la ciencia, podemos intentarlo. Sabemos cómo hacerlo, tenemos la tecnología necesaria y sabemos dónde buscar.

P. ¿En qué consiste la iniciativa sobre los Orígenes de la Vida?

R. Pronto vamos a disponer de la tecnología necesaria para saber si hay vida en otros planetas, pero como científicos no entendemos bien lo que es la vida. ¿Cómo podríamos encontrarla si no se trata de una copia exacta del tipo de vida que hay en la Tierra?. Queremos entender el origen de la vida. Lo que llevamos haciendo los últimos 10 años es sintetizar las moléculas fundamentales y ver en qué circunstancias surge la vida y en cuáles no. Luego lo traducimos a las condiciones que vemos en los exoplanetas, en Marte, en las lunas de Júpiter y Saturno, y pronto información de otros planetas similares a la Tierra que orbitan otras estrellas. Esto engloba el estudio de la química, la biología junto con ciencias planetarias y astronomía, lo que es bastante inusual. Hay muy pocos lugares donde esto se ha intentado antes, uno de ellos es el Centro de Astrobiología de Madrid, que fue una inspiración para nosotros. Los astrónomos que trabajan en el proyecto están también involucrados en el desarrollo de los nuevos instrumentos para el telescopio espacial James Webb de la NASA y del Telescopio Gigante de Magallanes. Tendremos un espectrógrafo de luz que será específicamente diseñado para la búsqueda de vida en exoplanetas.

P. Uno de sus objetivos es sintetizar una nueva forma de vida

R. Estamos desarrollando un sistema químico que se comporta como un organismo vivo. Estudiamos cómo mezclar ingredientes básicos como el agua y las moléculas fundamentales que encuentras en otros planetas como dióxido de carbono, ácido cianhídrico y dióxido de azufre junto con luz ultravioleta para formar compuestos orgánicos de forma natural que se unen en pequeñas burbujas que emulan a células y que pueden reproducirse y evolucionar por sí mismas sin que los humanos dirijan cada paso. Es un sistema químico que simula la vida y se basa en la misma química. Nuestro objetivo no es crear vida igual que la de la Tierra, eso es muy difícil. Los microbios actuales son tan sofisticados que no se puede ir marcha atrás en su evolución para entender cuáles son los componentes indispensables. Esto se ha intentado durante medio siglo y no se ha conseguido. Con estos sistemas podemos estudiar cuáles son las leyes fundamentales de la vida, en qué ambientes puede formarse y qué sucede si esas condiciones cambian. Esto puede ayudar a los astrónomos a saber cómo buscar vida en otros planetas, porque no hay ningún sistema similar para saberlo.

P. ¿Cómo de lejos han llegado hasta ahora?

El biólogo Jack Szostak, uno de los cofundadores del proyecto, ha marcado los pasos necesarios y ha logrado completar siete de los ocho necesarios.

R. ¿Y cuánto tiempo le queda para dar el último?

Le ha llevado cinco años completar siete pasos, así que yo diría que no más de uno o dos años más.

P. ¿Qué sistemas solares y qué tipo de planetas son los más interesantes para encontrar vida?

R. Es la pregunta del millón de dólares. Desde un punto de vista práctico los mejores son los planetas que se parecen a la Tierra en tamaño y composición rocosa y que tienen un clima similar, es decir, reciben más o menos la misma energía que la Tierra del Sol. La estrella en cuestión puede ser diferente, pero podemos calcular cómo de lejos debería estar el planeta para tener la misma atmósfera, el clima, el agua líquida, etcétera. Estamos muy limitados por la cantidad de información que podamos obtener de objetos tan lejanos. Esto nos ha impulsado a estudiar las enanas rojas, estrellas mucho más abundantes y más cercanas. Hemos descubierto planetas muy prometedores, como Trappist-1 y Próxima b. Esos son nuestros objetivos de exploración para los próximos dos años.

P. Este año ninguno de los ganadores del Premio Nobel ha sido mujer, un hecho habitual sobre todo en los galardones de ciencia. Solo dos mujeres lo han ganado en Física en toda su historia y el palmarés en las otras disciplinas científicas es similar ¿Qué opinión le merece esto?

R. En EE UU, Europa y otros países, en la próxima generación de científicos de exoplanetas hay más mujeres que hombres. Si miras a los líderes de los nuevos proyectos en fase de diseño que se harán realidad en 10 o 20 años, por lo menos dos tercios están liderados por mujeres. Hay un lento relevo generacional y las mujeres cada vez tienen más presencia en esta parte de la física. Hay otras áreas que aún están dominadas por hombres, especialmente la física nuclear tan relevante durante la II Guerra Mundial con un predominio de los hombres que ha continuado hata ahora. En las ciencias de la vida, biología y química, el cambio está sucediendo. Es un campo donde también vemos muchos equipos liderados por mujeres, por ejemplo en la tecnología CRISPR, dos de los tres líderes son mujeres. Es natural. El objetivo de la ciencia es tener el mayor número de cerebros trabajando juntos en resolver los mismos problemas y es estúpido usar solo la mitad. Si lees las reglas del Premio Nobel, se supone que había que darlo a la investigación más interesante hecha en el último año. Y ahora los premios se dan a investigaciones que se hicieron hace 20 años, incluso algunos de los científicos están muertos para cuando quieren premiarlos. Es importante que se modernicen y empiecen a pensar en lo que pasa hoy, no hace 20 años. Creo que necesitan ayuda.

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Xavier Aragay: “El tsunami de la innovación ya está alcanzando a la universidad”

Xavier Aragay: “El tsunami de la innovación ya está alcanzando a la universidad”

  • El consultor experto en innovación explica a ‘La Vanguardia’ que para avanzar en materia de educación hay que cambiar los marcos mentales de los directores de escuela

    Xavier Aragay lleva más de 20 años dedicándose a la innovación educativa. En 1994 fundó, con Gabriel Ferraté, la primera universidad virtual, UOC, de la que fue director gerente los primeros 12 años. Hace nueve años recibió el encargo de mover los cimientos jesuíticos (13.000 alumnos y 1.350 profesores) a un modelo de transformación. Fue la primera de las grandes organizaciones religiosas en formalizar esa apuesta, sirviendo de espejo a muchas escuelas. Durante ocho años impulsó el programa Horitzó 2020 que dejó hace más de un año. Ahora acompaña procesos de innovación en escuelas de otros países. Acaba de destilar su experiencia en Reimaginando la educación. 21 claves para transformar la escuela (Paidós). A su juicio, en cinco años veremos una transformación formidable en la manera de educar a los niños y, en diez, “asistiremos al tsunami en la universidad”, prevé Aragay.

    Usted aconseja a los educadores que se imaginen su escuela en el futuro. ¿Cómo imagina usted que será ese futuro?

    El mundo que se van a encontrar los niños de hoy será muy distinto al actual. Sólo cabe imaginarse cómo serán los coches y la circulación. Los robots harán tareas que ahora se ocupan los humanos. Así que es pertinente preguntarnos que tienen qué saber. Yo creo que deberán ser más humanistas, más renacentistas que nunca. Deberán ser capaces de trabajar en equipo. Y tener más claro a qué se van a dedicar. No puede ser que después de 15 años de escolarización salgan sin saber quiénes son.

    ¿Y cómo visualiza a los centros educativos?

    No se parecerán en nada a la escuela cuartel a la que ahora estamos acostumbrados. Será una comunidad educativa en la que participarán los alumnos, los profesores, las familias y la gente del barrio. Los profesores serán acompañantes en el proceso de la educación. Los alumnos estarán agrupados de forma diversa, trabajarán por proyectos. Entenderán porqué estudian. La inteligencia artificial estará al servicio de itinerarios personalizados. No quiere decir que se enchufe a un niño a una máquina para aprender, eso nunca, la educación es un acto social. Si pienso en palabras respecto a su pregunta, me sugieren mezcla, actividad, fluir, construir, compartir…

    En su opinión, ¿qué se necesita para llegar allí?

    Esencialmente hay que cambiar el marco mental de los directores de escuela. Pero no es fácil porque están metidos en la dinámica diabólica del funcionamiento del centro. Yo sugiero que paren, que se den tiempo a pensar en cómo debería ser la educación y, en concreto, su centro. Y, luego, que apunten sus objetivos. Pero que eviten entrar en esa dinámica de organizar más actividades, mejor organizadas, que queden perfectas…

    Entonces, ¿cómo se inicia la transformación?

    Primero, la pausa para pensar. Después, realizando un diagnóstico ajustado a la realidad y finalmente, diseñando el cambio que debe tener ya en su origen el sistema de evaluación. E involucrando además al equipo. Porque no puedes meterte en la aventura de la transformación sin haber trabajado el porqué.

    Los cambios también suponen pérdidas. Por ejemplo, con las nuevas metodologías no se puede dar todo el currículum.

    Es importante fijar los objetivos. Se puede decir quiero mantener los resultados académicos, como hicimos en Jesuïtes, además de otros objetivos como la visión interdisciplinar, aprender a aprender, trabajar en equipo. Y lo hicimos. El rendimiento no bajó.

    ¿Qué suelen temer los directivos y los profesores?

    Los directores temen incomodar al equipo. Para eso hay que generar pasión. El profesor teme estar solo, que el directivo no le entienda, y le da miedo que sus alumnos no aprendan. Ayuda compartir esos temores con los compañeros, incluso con otros centros.

    Las familias, hasta ahora, se habían quedado fuera de la puerta del centro. Ahora se les pide implicación. ¿No supone una pérdida de control para los directores?

    La palabra clave aquí es control. Venimos de un modelo educativo del siglo XIX basado sobre todo en el control. Controlamos alumnos, controlamos la dinámica de la clase, controlamos si aprenden y controlamos que la puerta del aula quede cerrada a los demás. Esta palabra debe desaparecer en todo este proceso de cambio. Hay que confiar. Las dinámicas grupales fluyen si el directivo o el docente las dinamiza.

    ¿La educación inquieta en todo el mundo como en Catalunya?

    Sí, es general. Incluso en Finlandia, referencia internacional, considera que su modelo basado en la interdisciplnariedad y la co-docencia, es clásico. Hace un año el Gobierno creó el puesto de innovación, para seguir investigando. Estar altos en PISA no les dice nada. En Portugal, el Gobierno ha publicado en su BOE el perfil humano y ciudadano que debe tener un estudiante después de 15 años escolarizado. Habla de cualidades como la creatividad, el trabajo en equipo, sostenibilidad, ser crítico. Y pide a los profesores que hagan los cambios que sean necesarios para lograrlo recordándoles que el currículum es solamente un instrumento para conseguirlo. Hay que ir más allá de los currículums competenciales.

    El siguiente paso será la universidad.

    Ya está en proceso de transformación, especialmente en Estados Unidos, donde la que está quieta está inquieta. En los próximos cinco años viene un tsunami importante porque se va a cuestionar la presencialidad para obtener conocimiento, incluso la propia certificación estará en cuestión. Ir a la universidad será necesario sólo si se forman debates en los que se construye conocimiento, si se hace trabajos en equipo con sentido. Y no sólo con alumnos de tu disciplina, sino con la de otras. Es más, incluso hay universidades que están disolviendo las facultades y los departamentos. Los profesores (arquitectos, sociólogos, ingenieros, filósofos) se asocian por intereses como la sostenibilidad. Otras, construyen un espacio en el que se enseña tareas que consideran importantes en el futuro como liderazgo… Si me pregunta cómo estamos en nuestro país respecto a la innovación debo responderle que muy lejos.

  • Leer en La Vanguardia

Publicado en 3º ESO, Digestivo y respiratorio, Recursos, Vídeos

El aparato digestivo 3º ESO



APARELL DIGESTIU / Aparato digestivo



Recursos tic

Educaplay 1        Educaplay 2

Digestión:

Mapa mental

Educaplay: intestino grueso      egestión

recursos tic actividades

Apendicitis

Consumer:  prevención    problemas de salud

Test

Parte1-La piel 2-Vista y oído 3-Olfato y cuerdas vocales  4-Corazón 5-Sangre y digestivo

6-Músculos  7-Huesos y ariculaciones   8-Reproducción   9 y 10-Cerebro

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APARELL DIGESTIU 3D. MOVIMENTS PERISTÀLTICS / Aparato digestivo 3D. Movimientos peristálticos


DIGESTIÓ / Digestión

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ACTIVITATS / Actividades

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Partes del aparato digestivo



APARELL RESPIRATORI / Aparato respiratorio



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ANIMACIONS I VÍDEOS / Animaciones y vídeos

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ACTIVITATS / Actividades

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El viaje hasta los alveolos

Movimientos respiratorios

Intercambio de gases

Cálculo de volúmenes de aire

Relaciona

Actividades variadas

 

Publicado en 1º Bachiller, 3º ESO, Anatomía Aplicada, Artículos científicos, Nervioso, Neuroendocrino

El cerebro también hay que ponerlo a dieta

La neurociencia tiene mucho que decir en lo que comemos: hay alimentos que no solo ayudan a que nuestra cabeza funcione mejor, sino también a prevenir enfermedades asociadas al envejecimiento.

Está el que come muchas proteínas, el que no prueba la carne o el que ha desterrado las legumbres o los hidratos de carbono. Escogemos nuestra alimentación para estar más sanos, vernos delgados o, incluso, por principios. Pero, ¿y si nos sentáramos a la mesa sin pensar solo en nuestra masa muscular, en lo que marca la báscula o en el impacto de la industria cárnica en el medio ambiente y en el desarrollo de los países más pobres? ¿Y si eligiéramos nuestra dieta pensando también en retrasar el envejecimiento de nuestro cerebro y en intentar reducir la incidencia de enfermedades neurodegenerativas?

No es ciencia ficción, solo ciencia. Los expertos ya han demostrado que tener un correcto funcionamiento neuronal depende, en parte, del menú que tomemos cada día. El cerebro está compuesto en gran medida por grasa, pero no de grasa energética, la que usamos como la gasolina, sino de grasa funcional. Tener una cantidad adecuada de esos ácidos grasos funcionales es fundamental para llevar a cabo todas las funciones que están relacionadas con el cerebro: la coordinación, la memoria, la circulación sanguínea, las emociones, el apetito…

Esta evidencia, la escasa divulgación científica que se practica en el ámbito de la neurociencia y el nulo conocimiento que hay del cerebro entre la población han hecho que Raquel Marín, profesora y neurocientífica de la Universidad de La Laguna (ULL), haya puesto en marcha una página web (www.raquelmarin.net) donde explica, de manera cercana y amena, qué es el cerebro, cómo envejece y qué podemos hacer y comer para que su deterioro sea más lento. Todo, además, con enlaces a las principales revistas de impacto en 2016 en el ámbito de la neurociencia y con recetas elaboradas por ella misma. Marín es como toda científica de prestigio: muy rigurosa y entregada a su vocación, pero, además, tiene una capacidad de divulgación muy poco frecuente y que hace que use hasta sus habilidades culinarias.

La clave está en el Omega 3. La insistencia de abuelas y madres en que comiéramos pescado tenía una razón científica. La ingesta de ácidos grasos, principalmente fuentes marinas y lacustres, «es probable que haya provocado un aumento vertiginoso del volumen cerebral». Además, cuando el ser humano aprendió a cocinar sus alimentos también redujo el tamaño de su intestino, lo que tuvo efectos en su inteligencia. «Al reducir volumen intestinal pasas menos tiempo masticando. El ser humano se agotó menos y pudo dedicar más tiempo a desarrollar su capacidad intelectual». Es decir, «en algún momento decidimos que en vez de desarrollar más nuestra capacidad muscular desarrollaríamos más nuestra capacidad intelectual. Y en la actualidad, dentro del reino animal somos el que más volumen cerebral tiene con respecto al resto del cuerpo. Tenemos un cuerpo pequeño para el cerebro que tenemos».

Desde el punto de vista neuronal, la dieta perfecta tendría que contener una proporción uno a tres de omega tres -pescados y algunas verduras- y omega seis -pan integral, arroz, pastas, productos cárnicos-. «En el mundo actual nuestras dietas se han ido modificando de tal manera que nos centramos mucho más en alimentos que nos resultan atractivos -azucarados- y en hidratos de carbono, y no en aquellos que le convienen más al cerebro, como el atún, los arenques o las sardinas», sintetiza Marín. «Ahora mismo tenemos una enorme desproporción entre el omega seis y el tres, de 27 a 1, y eso provoca disfunciones en la forma de desarrollar nuestra actividad cognitiva».

Pero, ¿qué podemos hacer para que eso no sea así y qué implica? Luchar contra el envejecimiento cerebral. «Todos sabemos perfectamente cómo envejece un corazón: se hace más pesado, las arterias se van cerrando… El cerebro no tiene canas y arrugas, pero también envejece. Reduce un poco su volumen, reduce las conexiones entre las neuronas, reduce parcialmente sus vasos sanguíneos y acumula desechos tóxicos. Todo esto se puede paliar», sostiene Marín. Mantener el volumen cerebral es cuestión de comida y hábitos cotidianos. Desde el punto de vista nutricional, «lo logramos ingiriendo los alimentos adecuados, fundamentalmente los que tienen omega -ácidos grasos poliinsaturados- y no dándole al cerebro azúcares refinados ni alcohol en exceso. Y sabiendo, también, qué alcoholes pueden venirle mejor: el vino o la cerveza o el whisky frente a otros que son peores como el vodka».

¿Qué más le puede venir bien? Para mantener la circulación sanguínea hay que hacer ejercicio físico a diario. «El cerebro consume el 20% del oxígeno del cuerpo entero a pesar de tener un 2% del total del volumen. Es decir, sería como una comunidad autónoma que con un 2% de la población consumiera un 20% del presupuesto», dice Marín a modo de ejemplo.

Su tasa metabólica es enorme porque las neuronas son tremendamente activas. «El vehículo del oxígeno es la sangre y si reduces tu vehículo sanguíneo, reduces también la capacidad de oxigenación del cerebro. La forma de controlar eso es haciendo deporte». Hay estudios científicos que demuestran que el ejercicio físico en personas mayores «mejora muchísimo la actividad hipocampal», es decir, «todo lo que está relacionado con la memoria o los aspectos cognitivos».

Pero el cerebro no necesita solo ejercicio físico, también mental. Las neuronas, explica Marín, hablan entre sí, pero si no tienen nada que contarse envejecen y acaban muriendo. Para que eso no ocurra hay que «relacionarse con la gente, hablar, leer, escuchar música, reírse de vez en cuando, pensar en una cosa nueva, aprender algo, emocionarse… Todas esas funciones las hace el cerebro». El sudoku ayuda, pero no es la panacea. «Ahora se habla mucho de la gimnasia mental; es verdad que el sudoku te hace trabajar una zona del cerebro, pero ¿qué pasa con las demás?».

Marín tiene claras cuáles deben ser las pautas para quien quiera hacerse su propio plan de rejuvenecimiento cerebral. En primer lugar hay que incrementar la aportación de alimentos con omega 3 para invertir la proporción con respecto a los que tienen omega seis. Estos últimos «no hace falta que nos propongamos incorporarlos a la dieta, porque los tomamos todos los días a mansalva: panes integrales, pastas, arroces, gofio». Además, es buena idea añadir a la dieta «antioxidantes naturales», como tomates o frutos del bosque. Si eres vegano o no te entusiasma el pescado, existen alternativas. Hay otras fuentes de ácidos grasos poliinsaturados, como el aceite de linaza, los granos de lino machacados, las nueces, las alubias -sobre todo rojas- o las espinacas». En segundo lugar, «beber mucha agua», porque «lo segundo que tiene el cerebro es agua». Y, por último, «hacer algo de ejercicio cada día. Todo eso mejora mucho nuestra actividad cerebral».

Además, la experta recomienda cambiar las rutinas. «En lugar de ir siempre al mismo supermercado, cambia; llama a la gente en vez de usar solo whatsapp, aprende un baile nuevo».

Las investigaciones sobre el efecto de la alimentación en nuestras cabezas no son nuevas, pero sí son cada vez más concluyentes. Un estudio, realizado antes de que el transporte de pescado fuera tan veloz como es hoy, demostró que «entre los ingleses del centro, que no tenían acceso a pescado, había más incidencia de depresión que en los de la costa». También se ha constatado que «los esquimales, que se alimentan fundamentalmente de pescado -salmón y foca-, no tienen enfermedades cardiovasculares ni neurodegenerativas».

El grupo de investigación que coordina Raquel Marín en la Facultad de Medicina intenta hallar el origen de enfermedades asociadas al envejecimiento del cerebro. «Llevamos 12 años intentado descifrar el origen antes de que haya un diagnóstico. Y una de las anomalías que hemos observado tiene que ver con la deficiencia de ácidos grasos poliinsaturados». Si se analiza la corteza cerebral de individuos saludables y de individuos que tienen párkinson, «se observan diferencias muy importantes en la composición de estos ácidos grasos en las membranas neuronales, que es lo que le sirve a la neurona para comunicarse».

Por eso, como tratamiento preventivo, «los neuro nutracéuticos podrían hacer mucho». Se trata de usar moléculas que se encuentran en los alimentos y no son farmacéuticas, sino parte de nuestros nutrientes. «Tienen propiedades muy beneficiosas para nuestro cerebro, por eso hay que incidir más en esos alimentos». Eso y tener una vida activa. «No digo solo leer, sino caminar, relacionarse con los demás; en definitiva, tener una actitud positiva ante la vida. Eso provoca una longevidad enorme».

Azúcar sí o azúcar no. Desde hace años la ingesta de azúcar se ha puesto en duda. Lo han advertido los médicos e, incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS). Generalmente asociamos un exceso de azúcar al sobrepeso y las enfermedades cardiovasculares, pero el cerebro también acusa su consumo. Raquel Marín explica los motivos por los que es perjudicial: «Es una fuente tóxica. Para empezar, es un inflamatorio. Y la mayoría de las enfermedades acusan con inflamaciones, entonces todo lo que sea proinflamatorio va a tender a empeorar tu estado. Y, además, el azúcar refinado tiene un montón de componentes y produce cierta neurotoxicidad propia».

¿Y sustitutos de azúcar? «Si tienes un paladar dulce lo ideal es que tomes miel, y si eres diabético, stevia, porque la stevia ni siquiera es un azúcar, es una proteína», explica la investigadora. Sin embargo, Marín cree que lo ideal es que se haga «un proceso de reeducación del paladar para que tener más tolerancia a lo amargo y lo ácido». «Si tomas un buen café, un Lavazza, por ejemplo, y le pones azúcar, te sabe igual que otro malo. El chocolate bajo en azúcar es muy agradable, pero hay que acostumbrarse a comerlo», apunta. A su juicio, «hay una pauta que corregir del estilo de vida: ¿por qué tengo que tomar todo dulce? Además, el dulce es muy adictivo».

Marín, de todas formas, prefiere no ser muy categórica. «Creo que lo más importante cuando una persona toma una decisión sobre qué quiere hacer con su cuerpo es que sea consciente de por qué lo hace y que lo haga con la fuente de información adecuada. Si tú sabes cómo envejece tu cerebro, si tú sabes que le hace falta oxígeno, que le hace falta que las conexiones de las neuronas estén bien, comer alimentos saludables adecuados… No te hace falta nadie más».

Investigadora con pedigrí

Raquel Marín hizo su doctorado en Biomedicina en la Universidad Laval de Quebec (Canadá) y realizó estancias posdoctorales en la Universidad de Rockefeller (Nueva York). Actualmente es profesora titular de Fisiología y dirige el Laboratorio de Neurobiología Celular en la Universidad de La Laguna. Ha dirigido los Servicios de Apoyo a la Investigación y la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación. Tiene más de 80 publicaciones científicas de impacto internacional y ha recibido el Premio a la Mujer Investigadora en Biomedicina en la Universidad Laval, el Premio de Investigación «Agustín de Bethencourt» de CajaCanarias y la Medalla Europea al Trabajo de Economía y Competitividad.

Conferencia para seguir divulgando

El viernes Raquel Marín impartirá, por segunda vez, la conferencia «Evolución del cerebro humano según nuestra dieta» en el Museo de la Ciencia y el Cosmos, que incluye una degustación de canapés saludables. «Hay un gran desconocimiento sobre el cerebro, pero también una gran avidez por saber», dice Marín, que está acostumbrada no solo a tener público, sino a responder muchas dudas.

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Tras nueve años de investigación, científicos descubren por fin como influye el azúcar en el desarrollo del cáncer

Sabemos desde hace décadas que las células cancerígenas metabolizan el azúcar de manera diferente a las células sanas. La cuestión es que no se sabía cuál era el mecanismo exacto. Un equipo de investigadores Belgas han pasado nueve años trabajando en desentrañar sus misterios y por fin lo ha conseguido

El descubrimiento original que demostraba que las células cancerígenas metabolizan el azúcar de otra manera se lo debemos al fisiólogo alemán y ganador de un premio Nobel Otto Heinrich Warburg. Desde entonces se conoce como Efecto Warburg y averiguar cómo funciona era una tarea crucial en la investigación contra el cáncer.

Las células enfermas tienen una tasa de consumo de glucosa 200 veces superior a la de las células sanas. La diferencia es tan brutal que en su momento Otto Warburg pensó que el azúcar era la causa fundamental del cáncer.

Hoy sabemos que no es así, y que no es posible curar el cáncer simplemente dejando de tomar azúcar, pero el estudio de hoy demuestra que este edulcorante sí que estimula muy rápidamente el desarrollo de células cancerosas. El problema es que las células normales también necesitan consumir glucosa para subsistir, y no hay una manera de privar de alimento a unas, sin quitárselo también a las otras. Por eso era tan importante descubrir cómo funcionaba exactamente el mecanismo metabólico que caracteriza a las células cancerosas.

Lo que el equipo de la Universidad de Lovaina ha descubierto es que las células de levadura mutadas (que conservan el mismo mecanismo metabólico para degradar la glucosa? la convierten en una sustancia intermedia llamada fructosa-1 6-biofosfato. El avance no es definitivo, sin embargo abre la puerta a nuevas líneas de investigación que puedan encontrar una manera de bloquear el flujo de glucosa que llega a las células cancerosas. Si lo logran podríamos estar ante una nueva terapia que mataría los tumores de hambre sin los efectos secundarios de otras terapias convencionales. [Science Daily vía Science Alert]

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